La vida espiritual es el escalón que posibilita la experiencia religiosa, estética y ética, pero no sería correcto confundirla o identificarla con una iniciación a la fe. La inteligencia espiritual posibilita dos movimientos en el ser humano: el despertar y la apertura. Pasos previos y necesarios para llegar a un tercer y cuarto paso, propios de la experiencia religiosa que son el encuentro y la acogida.
Francesc Torralba considera que la inteligencia espiritual “faculta para tener aspiraciones profundas e íntimas, para anhelar una visión de la vida y de la realidad que integre, conecte, trascienda y dé sentido a la existencia”. El crecimiento de tal forma de inteligencia abre horizontes nuevos. Una educación integral tiene que aglutinarla, porque en ella está en juego no sólo la felicidad y el desarrollo pleno de la persona, sino de las culturas y de los pueblos.
El cultivo de la inteligencia espiritual de nuestros alumnos facilita el desarrollo de unas habilidades que les dota de las siguientes capacidades:
- capacidad de reconocer, nombrar y dar respuesta a las necesidades espirituales.
- capacidad de trascender la mente y el yo: somos más que la mente.
- capacidad de separar la conciencia de los pensamientos.
- capacidad de percibir la dimensión profunda de lo real.
- capacidad de percibir y vivir la Unidad (No-dualidad) que somos.
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